jueves, 7 de julio de 2016

Día 8: Tunja - Villa de Leyva

El miércoles 29 de junio, después de visitar la histórica Plaza de Bolívar de Tunja y otros lugares de esa ciudad ubicada a 2700 mts. de altura, salí rumbo a la población de Villa de Leyva.

-Plaza de Bolivar, Tunja-

Como en tantas otras ciudades y poblaciones del altiplano cundiboyacense, el camino fue en subida desde la misma puerta del hotel y por espacio de aproximadamente siete kilómetros. A estas alturas del viaje ya no me afectaba tanto la altura, pero tampoco puedo decir que no tuvo su trámite.


 Como en toda actividad física deportiva, el cuerpo primero tiene que adaptarse, lo que comúnmente se llama "calentar", y salir con equipo en pendiente estando "frío" es ciertamente duro. Pero en esas cosas no pensaba, sencillamente lo que tocaba era pedalear duro y desde luego mi vigoroso espíritu como siempre hizo su aporte.

 Dejé la capital de Boyacá con el corazón henchido de júbilo por las hermosas vistas de la ciudad y su entorno, pero al mismo tiempo con cierta nostalgia ante la certeza de que cada pedalazo me alejaba de las tierras altas y más frías de ese departamento. Esos lugares maravillosos en los que había pasado poco más de una semana: Paipa, Sogamoso, Aquitania, la Laguna de Tota y Playa Blanca... Combita... tierras de libertad, pletóricas de historia y el campo de entrenamiento del gran Nairo Quintana y tantos otros ciclistas, algunos de los cuales, mientras escribo esto en Bucaramanga, corren por tierras galas persiguiendo el sueño amarillo del Tour de Francia.

-Paisaje en la ruta a Villa de Leyva-
 Una vez la pendiente fue terminando y Tunja quedó tras las montañas, empecé a rodar por otra topografía, al fondo se veían los valles del sector occidental de Boyacá en donde además de la población a la que me dirigía están ubicadas otras como Cucaita, Samacá, Sáchica, Tinjacá, Sutamarchán, Ráquira y la más lejana Chiquinquirá. Los avisos en la carretera prometían un sin fin de rutas.

 Villa de Leyva esta a 38 kms de Tunja, la carretera es buena y muy pintoresca, y ese día muchos de los autos que pasaban en ambas direcciones lucían la bandera tricolor de Colombia puesto que esa noche se jugaba un partido decisivo de la Copa América Centenario... el ahora tristemente recordado con la selección chilena en Chicago; pero en esa tarde todo era alegría y buenos augurios. Y hasta quienes no somos seguidores del fútbol estábamos pendientes de sentarnos frente a las pantallas para presenciarlo, y la idea de hacerlo en una población llena de turistas y viajeros era un muy buen acicate para imprimir más fuerza a cada pedalazo.


La carretera cambió y los descensos a tierras más áridas se hicieron más frecuentes. Como en todas las etapas de mi viaje, de cuando en cuando las bocinas de los carros me saludaban y se escuchaban los gritos de ánimo como: "hágale que ya va a llegar", "dele duro" o uno que otro tan honroso que escuché varias veces en mi aventura: "vamos Nairo". 

 Al escribir esto mis ojos se humedecen de la emoción al recordar esos momentos de absoluta libertad personal sólo en la ruta, manejando mi agenda de viaje sin ninguna presión y con las escasas pertenencias que necesitaba para ser feliz atrás en las alforjas. 

Las vallas indicaban cada vez más la cercanía de mi destino y por fin llegue al desvío para esa hermosa ciudad colonial de calles empedradas en la que pernoctaría las dos noches siguientes.

-Villa de Leyva, Boyacá-
Del desvío hasta Villa de Leyva son 8 kms y existe una ciclo ruta que va por el andén y en la que en teoría se podría llegar hasta el pueblo, sin embargo adolece de adecuado mantenimiento, en algunos tramos se encuentra uno con huecos y regueros de piedra, además de uno que otro camión o volqueta parqueado en medio. En todo caso, una vez los sortee, empezaron a aparecer los hostales y diferentes atracciones turísticas de aventura así como los restaurantes y por fin entre a la población.

En Villa de Leyva se ha conservado la arquitectura colonial rigurosamente e inclusive se siente en sus habitantes un compromiso por mantenerla así. De hecho sus calles empedradas no son las más apropiadas para rodar en bici, ya que fueron pensadas más para los cascos de los caballos y las bestias de carga  aunque muy pocos equinos se ven hoy día.


Llegué a la plaza central célebre por sus dimensiones y su fuente de agua en el centro. Esa plaza ha sido el escenario durante muchos años en todos los diciembre, del Festival de las Luces y el de las cometas. Los recuerdos de las pletóricas jornadas que viví con mis compañeros de universidad de Bogotá en ese lugar en los años noventa acudieron en estampida a mi cabeza mientras sentado en los escalones de piedra de la iglesia saboreaba la cerveza que me esperaba al final de una jornada más. 

Un rato después me instalé en el hostal que ya tenía previamente escogido y me alisté para acudir a la plaza a ver el partido en una pantalla gigante que con ese fin había instalado en la plaza, pero la crónica de ese cotejo ya todos la conocen, yo solo puedo decir que pase una velada estupenda en compañía de personas que conocí. Después me fui a dormir listo para al día siguiente recorrer las calles y los anticuarios de Villa de Leyva.

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