viernes, 1 de julio de 2016

Sólo los escarabajos llegan en bici a la casa del campeón

Hoy salí de Sogamoso después de subir ayer a Monguí. El objetivo era llegar hasta Villa de Leyva pasando por Duitama, Sogamoso y Tunja, un total de 110 kms, pero no sin antes desviar para hacer una visita que tenía pendiente desde hace un par de años: llegar hasta la casa de Nairo Quintana en Combita, propósito que pensaba no me iba a tomar más de dos horas, que equivocado estaba.

-El campeón, 2013, Vuelta al País Vasco-
Tomé la carretera tarde, para variar, los ciclistas que madrugan a salir con ese frío dejando el calor de las cobijas, los admiro, bienaventurados, yo soy más relajado. Una vez me apliqué un buen desayuno con caldo de costilla, huevos revueltos, chocolate con queso, pan, yogur y jugo, y cargué mi bici, salí de esa hermosa ciudad que es Sogamoso y a tirar biela. 

Una de las tantas cosas que me gusta de visitar otras ciudades es ir a cine, conocer otras salas. Anoche fui al Cineland de Sogamoso a ver El Conjuro 2 (buenísima), y parecía que estaba todavía asustado porque salí como un bólido por la carretera plana de esa ciudad hasta Paipa, recorriendo los treinta kms que las separan en tan sólo 70 minutos, no olviden que voy cargado.

En Paipa me hidraté con un gatorade, cada 20 minutos tomo agua, y seguí dándole para cubrir los cuarenta kms hasta Tunja por la autopista de cuatro carriles que separa esas dos ciudades. Esta vía sí presenta numeroso repechos, algunos largos y tendidos. Sin saber me estaba preparando para la que venía.

Desvío hacia Combita
Unos kms antes de Tunja llegué al desvío para Combita que dista sólo dos de la carretera central y que desde luego son subiendo.

Llegar al pueblo fue muy emocionante para mí, hace mucho quería hacerlo. Aquí dejo decir que soy un ferviente admirador de Nairo, sus hazañas en las carreteras europeas las considero épicas, se requiere de mucha constancia y garra para ser un ciclista de su nivel. Y eso sumado a su sencillez y buena onda lo hacen un tipazo digno de mi admiración.

Ya me tomaré una foto con él algún día, debo decir que Nairo y Roger Federer, su majestad, son mis deportistas favoritos.

Bueno, sigamos, entré a la Plaza de Combita, aquella ya legendaria en la que tantas veces el pueblo entero se congrega para ver en pantalla gigante a su ciudadano más ilustre, aquel que ha puesto el nombre de Combita en el mapa del mundo. 

Le di una vuelta a la Plaza en mi TREK, en otras partes la gente se queda mirándome cuando llego en bici con mis alforjas y equipo, pero en Boyacá están acostumbrados a los ciclistas y en Combita no soy más que un pinche amateur... Boyacá. Tierra de campeones.

Entrada a Combita, 
Parqueé en una tienda donde, cómo no, tenían afiches de Nairo vestido de gloria Rosa, me hidraté al estilo Poker y como en todos lados a donde llegó, entablé conversación con el tendero, le conté que iba hasta la casa del campeón, a lo que respondió diciendo que eso era un kilómetro subiendo y yo le creí lleno de júbilo.

Una de las cosas que uno aprende cuando viaja en bici, es a comprender la relatividad de las distancias y tiempos que le dan los habitantes de los lugares que visito. Para ellos todo es cerca y te dan el tiempo y la distancia como si uno fuera en carro, pero este tendero pensó que yo iba en helicóptero. No fue sino salir del pueblo cuando el cielo me regaló con un tupido, constante y helado aguacerito, y empecé a pedalear en subida, una curva, otra más, cada vez más inclinadas y el viento pegando de costado. La señora madre del tendero estuvo en mi pensamiento un rato... pero como siempre digo: "a eso vine papá, a sacar la garra" y así fue, ascendí ese Alto no si antes parar un par de veces a charlar con campesinos, y a hidratarme a lo boyacense, eso si suave.

Cuando llegué a la cima y se veía abajo el campanario de la iglesia del pueblo, pensé que ese había sido el kilómetro más largo de mi vida (realmente fueron 6).

-Subiendo a la casa de Nairo-
Rodé un km más y empalmé con la carretera que une a Tunja con Arcabuco por las montañas, pedalee algo así como dos kms más, y cuando ya pensaba que con razón Nairo tenía esa increíble fortaleza para subir montañas, pedaleando por uno de los más hermosos paisajes de mi viaje, después de una curva, apareció esa eternidad que es la sonrisa de Nairo en el mural que hace ya dos años le hicieron en el frente de su casa paterna, de la finca de los Quintana. Fue un momento de gloria, de júbilo, grité largo y duro y frené frente a esa imagen que presenta a dos Nairos, uno de rosa y otro con el maillot de pepas Rojas de líder de la montaña en el Tour que ya han vestido otros grandes de nuestro país como Lucho Herrera.

La casa de los Quintana es una tienda, vaya coincidencia y de un portón cuelgan en ganchos ruanas, o más bien diría Ponchos Rosa por su triunfo en el Giro de Italia de 2014, otras blancas por su papel como mejor novato en el Tour de Francia y rojas de la ronda española; ondeaban al viento como invitando a los numerosos viajeros a detenerse.

Entré a la tienda y me atendió una mujer joven a quien de una vez identifique como hermana de Nairo, pero me dio pena preguntarle, además estaba demasiado embelesado por la energía del lugar y mi cuerpo lleno de endorfinas Soy un tipo romántico, idealista y muy espiritual con lo que considero válido y trascendental para mi, me enamoro de ello y lo respeto, y estar en ese lugar era como una peregrinación.

Pedí la última pola del día y me senté a disfrutar del momento mirando los anaqueles de la bien surtida tienda como buscando las huellas del campeón en algún lugar.


-Mural en la casa paterna del campeón, Nairo-
En ese lugar para mucha gente, algunos porque saben que es la casa del más opcionado para vestirse de amarillo en las carreteras galas en unos cuantos días, y otros porque ven el mural. Y todos le preguntan a la dependiente si es hermana de Nairo a lo que responde que no, que el es su jefe... con ese jefe..!!

Habían dos jovencitos adolescentes que se acababan de bajar de un auto con sus padres y con mi acostumbrada timidez les pedí el favor de que me tomaran una foto. Hoy en día todos los niños saben encuadrar y "obturar tocando la pantalla de un teléfono celular. La foto ya la conocen quienes me han honrado siguiendo mis andanzas. Es genial, y costó mucho sudor.

Regresé a la  mesa después de revisar la bici contra el portón donde cuelgan los ponchos a la venta y me senté hasta que mis ojos se pisaron en la llanta trasera de mi correo de aluminio... espichado como dicen/decimos en la costa.

En una semana y más de 300 kms de viaje por Boyacá, esa fue la primera pinchada, en la casa de Nairo Quintana, ¡emblemático!

Mientras despinchaba (no es fácil despinchar la llanta trasera de una bici con más de veinte kilos de carga), seguían parando carros, mientras otros retomaban su camino.

El sol empezaba a esconderse tras las imponentes montañas y me acordé que estaba bastante lejos de mi destino esa noche, así que terminé de cuadrar la llanta, pagué mi ruana rosa y regresé al camino, a la carretera. Descendí todo lo que había subido en esa tarde saludando con la mano y un ¡oeeee! a los campesinos vecinos de Nairo con los que había charlando subiendo. 

Pasé otra vez por Combita ya casi con la noche sobre el paisaje boyacense y una hora después estaba entrando a mi cuarto de hotel en Tunja con el corazón hinchado de gozo. Había sido un día de gloria y aquí estoy contando lo que mis ojos ven, impulsados por mis piernas y mi corazón.

No hay comentarios:

Publicar un comentario